Editorial del diario EL TIEMPO de hoy 5 de Julio de 2007
Hoy es un día histórico en la larga lucha de Colombia contra la violencia y, en especial, contra una de sus formas más abominables: el secuestro. Delito cruel que golpea a miles de ciudadanos, que degrada al más bajo nivel al ser humano y que ha tenido como las más recientes víctimas a los 11 diputados del Valle, asesinados por las Farc.
En Bogotá, Medellín, Cali, Barranquilla, Bucaramanga, Pereira, Cartagena, Neiva y otras ciudades se levantará el clamor ciudadano para exigir a esta organización armada cada vez más criminal la entrega a sus familias de los cuerpos de sus seres queridos, y la libertad de todos los secuestrados. Cadenas humanas en dos grandes arterias bogotanas; cese de actividades y minutos de silencio al mediodía, marchas, desfiles de vehículos, tañidos de campanas, ruidos de bocinas y cacerolas y ondear de pañuelos blancos exteriorizarán el rechazo abrumador de la nación a quienes violan de modo sistemático todas las normas del derecho internacional humanitario.
En medio del drama de los secuestrados y sus familias vienen a conocerse pruebas de supervivencia de siete policías y militares, grabadas hace meses, en un evidente intento de las Farc de contrarrestar la unánime condena que se ganaron por el asesinato de los diputados. Estas pruebas, bienvenidas por las familias, obviamente son insuficientes. Los colombianos no debemos descansar hasta que se obtenga la libertad de todos los secuestrados y se ponga fin a este atroz delito.
La protesta masiva de hoy no admite oportunismos políticos. No es un plebiscito a favor de la política de seguridad democrática ni contra el Gobierno. Aquí, el dedo acusador de todo un país apunta hacia un solo responsable del dolor de una nación agobiada. Y es posible que a las Farc les importe un bledo que millones de compatriotas les griten: ¡basta ya! Cuánto despreciarán la vida del prójimo que se resisten a devolver los cadáveres de los diputados que asesinaron a sangre fría. Pero más temprano que tarde entenderán hasta dónde llega el rechazo de un pueblo.
Hoy es un día histórico en la larga lucha de Colombia contra la violencia y, en especial, contra una de sus formas más abominables: el secuestro. Delito cruel que golpea a miles de ciudadanos, que degrada al más bajo nivel al ser humano y que ha tenido como las más recientes víctimas a los 11 diputados del Valle, asesinados por las Farc.
En Bogotá, Medellín, Cali, Barranquilla, Bucaramanga, Pereira, Cartagena, Neiva y otras ciudades se levantará el clamor ciudadano para exigir a esta organización armada cada vez más criminal la entrega a sus familias de los cuerpos de sus seres queridos, y la libertad de todos los secuestrados. Cadenas humanas en dos grandes arterias bogotanas; cese de actividades y minutos de silencio al mediodía, marchas, desfiles de vehículos, tañidos de campanas, ruidos de bocinas y cacerolas y ondear de pañuelos blancos exteriorizarán el rechazo abrumador de la nación a quienes violan de modo sistemático todas las normas del derecho internacional humanitario.
En medio del drama de los secuestrados y sus familias vienen a conocerse pruebas de supervivencia de siete policías y militares, grabadas hace meses, en un evidente intento de las Farc de contrarrestar la unánime condena que se ganaron por el asesinato de los diputados. Estas pruebas, bienvenidas por las familias, obviamente son insuficientes. Los colombianos no debemos descansar hasta que se obtenga la libertad de todos los secuestrados y se ponga fin a este atroz delito.
La protesta masiva de hoy no admite oportunismos políticos. No es un plebiscito a favor de la política de seguridad democrática ni contra el Gobierno. Aquí, el dedo acusador de todo un país apunta hacia un solo responsable del dolor de una nación agobiada. Y es posible que a las Farc les importe un bledo que millones de compatriotas les griten: ¡basta ya! Cuánto despreciarán la vida del prójimo que se resisten a devolver los cadáveres de los diputados que asesinaron a sangre fría. Pero más temprano que tarde entenderán hasta dónde llega el rechazo de un pueblo.
4 comentarios:
A la FARC no le importa nadie más que están apoyados por el tipo de aquí
El pueblo colombiano a sufrido tanto
Feliz fin
Yo ví a Juanes y el gentio alli fue impresionante.
Lo que ocurre en Colombia es terrible. Además parece ser un callejón sin salida. Ojalá algún día encuentren verdaderamente la paz.
me pareció increible la forma como los colombianos protestaron en contra del terrorismo y el Chávez no envió ni un sebtido pésame... que triste!!
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